Cortina de humo

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Ing. Lorena Guzmán.

¡Dios proveerá!, no hay mal que por bien no venga, a caballo regalao no se le mira el colmillo, al mal tiempo buena cara, al que le van a dar le guardan; y un sinfín de dichos con los cuales los colombianos llenamos de “esperanza” la idea de un mejor futuro, y esto nos permite vivir en una aparente felicidad, Colombia se caracteriza porque en un solo espacio geográfico confluyen diversas costumbres, acentos, gastronomía, colores, entre otros, volviéndolo multicultural.

Esta multiculturalidad, que aquí llamaremos jolgorio (entendiendo jolgorio como una fiesta): se puede encontrar una iglesia gótica (Basílica de Nuestra Señora de Lourdes) al lado de edificaciones con arquitectura popular sin planificación urbana. De igual manera, este jolgorio se observa en el comportamiento de ciudadanos: no pasa nada si tiramos la basura a la calle, si rayamos los muros de edificaciones, si normalizamos la delincuencia. Necesariamente este jolgorio juega un papel importante en el estado de ánimo de las personas, en su estatus de conformación, bienestar y realización, permitiendo vivir felices o infelices. Se debe recordar que el termino felicidad, es ambiguo y subjetivo. Desde su subjetividad, da la posibilidad de relacionar cómo puede variar la felicidad de una persona que debe salir muy temprano de casa, desplazarse en transporte público por más de 2 horas al día, trabajando de domingo a domingo, por un salario mínimo, sin posibilidad de compartir con los niños después del cole, respecto a una persona que cuenta con carro particular, vive en un edificio con vigilancia a unas cuantas cuadras de su trabajo y que tiene la nevera llena de mercado.

Colombia es catalogado como el país más feliz del mundo, quizás por extranjeros que vienen a conocer y deleitarse de hermosos paisajes, una diversidad en gastronomía, en climas, colores y a bajo costo. Colombia es un país privilegiado en su componente geográfico, se puede pasar de hermosas islas en el Golfo de Morrosquillo a hermosas formaciones rocosas en San José de Guaviare, de un clima soleado en el pacífico a un clima frío en Boyacá, de conocer los grupos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta a los palenqueros de San Basilio.

Sin embargo, el colombiano de a pie debe sortear el día a día, sale a la calle con la sensación oscura que en cualquier esquina lo pueden robar, tiene en su cabeza, que el vivo vive del bobo, o que las oportunidades de progreso solo las ven los narcotraficantes o los “influencers”, que en la corrupción está el éxito pero con la certeza que no hay mal que por bien no venga y que la felicidad está dada en la sobrevivencia del día a día y que solo lo llevará a lo único seguro que tenemos todos: la muerte.