Progreso
El afán del ser humano en querer controlar todo lo que esté a su alcance sin importar las consecuencias es sinónimo de progreso, entendido como un crecimiento conómico constante y acumulación de riqueza, que ha generado una cultura del consumo desenfrenado que no solo agota los recursos naturales del planeta, sino que también perpetúa desigualdades sociales y que genera en las personas una ambición al enfocar su felicidad en la adquisición de bienes hacemos a la propia naturaleza ya no podrán ser devueltas, tomando por nuestra cuenta algo que en realidad no nos pertenece.
Ahora bien es preciso cuestionar la narrativa dominante que equipara el progreso con el crecimiento económico ilimitado, el consumismo y la expansión descontrolada, dejando de lado calidad sobre la cantidad, la sostenibilidad sobre la ganancia a corto plazo y la equidad sobre la acumulación desmedida de la riqueza.
Más bien se puede hablar de un progreso sesgado, que beneficia a unos pocos a expensas de muchos, que destruye ecosistemas vitales en busca de ganancias momentáneas, y que socava los lazos comunitarios en favor del individualismo y la competencia desmedida, convirtiéndonos cada vez en seres más egoístas, haciendo hasta armas mortales desmedidas como las nucleares, todo por una simple sed de superioridad.
En realidad, el verdadero progreso no se mide en términos de riqueza material acumulada, sino en la calidad de nuestras relaciones humanas, en el respeto por la naturaleza y en el cuidado de las generaciones futuras.